El DNU del Presidente generó una reacción inmediata del PJ, que anticipó un escenario difícil en el Congreso. La sorpresa de los gobernadores, la advertencia de la CGT y el regreso de Cristina Kirchner y Massa
Hasta el miércoles a las 21 en todo el peronismo había un fuerte convencimiento de que había que darle margen de acción a Javier Milei para que lleve adelante las profundas medidas que tenía en la cabeza. Eso implicaba evitar cuestionamientos desmedidos y generar un marco de gobernabilidad acorde a los primeros días de la gestión.
No fue casualidad el mensaje de Axel Kicillof en su asunción en La Plata, destacando la legitimidad del Presidente después del triunfo en las urnas, pero pidiendo que también se legitime su triunfo, por amplio margen, en la provincia de Buenos Aires. Tampoco fue casualidad el silencio de la CGT frente a las primeras medidas económicas ni la buena predisposición pública de los gobernadores para acompañar al Presidente.
Ese clima de paz se rompió en el momento que el Jefe de Estado empezó a enumerar la derogación de leyes que incluía el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). “La dimensión del decreto y de las medidas es tan grande que terminó unificando a la oposición”, analizó un ex funcionario nacional de alto rango.
Las diferencias internas del peronismo empezaron a limarse con rapidez frente a la avanzada de Milei, que tiene la decisión tomada de no dar un paso atrás ni buscar consenso. No hay término medio para el Presidente. Es a todo o nada. El contenido del decreto interpeló a la oposición y puso a los sindicatos más moderados en una encrucijada.
La flexibilización laboral y los límites a la huelga que incluye el DNU obligaron a la CGT a llamar a una reunión de emergencia, definir una movilización para el miércoles que viene y poner sobre la mesa la posibilidad de convocar a un paro general. Es un movimiento muy brusco teniendo en cuenta que el gobierno nacional acaba de arrancar, pero entienden que no tienen margen para el silencio.
En el peronismo advierten que Milei no está haciendo política. Es decir, no está buscando consensuar sus medidas. El ejemplo más claro de eso es que no existe un interlocutor entre la Casa Rosada y la central obrera. Un articulador de voluntades que siempre es necesario para poder generar diálogo y anticipar el plan de acción. Las sorpresas solo suelen generar más resistencia.
La única que vez que los dirigentes de la CGT se reunieron con un representante importante del gobierno nacional fue dos semanas atrás, cuando tuvieron un cara a cara con el ministro del Interior, Guillermo Francos, en la sede de la UOCRA. “Nos había a anticipado que iban a tomar medidas, pero no nos clarificó nada. Tampoco les dijo nada a los gobernadores”, sintetizó a Infobae un importante dirigente de la central obrera.
Quizás una señal que esclarezca lo que sienten en el sindicalismo es la definición que pronunció en una entrevista Omar Maturano, líder de La Fraternidad. “Mi sindicato ya quiere luchar, no quiere esperar. Nos pegaron antes de tiempo”. Esa frase final sintetiza, en gran medida, las sensaciones que corren por las arterias peronistas. El golpe fue demasiado fuerte como para no reaccionar. Independiente y con fuerza propia, el líder gremial decidió salir a marcar la cancha con rapidez. El resto de los gremios está en el mismo plan de acción.
Los movimientos sociales ya se mostraron cerca de los sindicatos y aseguran que jugarán como un bloque político en la calle. No solo eso. Por lo bajo cuestionan la movilización de la izquierda, encabezada por el Polo Obrero, por ser “funcional a lo que quería mostrar el Gobierno”, respecto al orden y el protocolo antipiquetes. Además, resaltan que una marcha del peronismo – gremios y organizaciones sociales, sería imposible de controlar debido al caudal de gente. Es un dato de la realidad más que una amenaza.
“Las movilizaciones van a salir de la gente cuando sea el momento. Pero el problema es la política. Los ministros no hablan con nadie. Francos se convirtió en un comentarista que no te resuelve nada. Un mal psicólogo”, fue la sentencia del líder de una de los movimientos sociales más importantes del país. El enojo y las muestras de fastidio por la falta de negociación emanan de las definiciones. La falta de interlocutores está tensando aún más el vínculo de los gremios y las organizaciones sociales con el Gobierno.
En ese contexto complejo, que aturde y espesa el aire político, las distintas terminales del peronismo empiezan a moverse con un mismo objetivo: abroquelar poder, discutir el contenido de un discurso unificado y mostrar los dientes más temprano de lo que esperaban. “Hay que representar a los que nos votaron”, suelen decir en La Plata, donde Axel Kicillof ha comenzado a afirmar un incipiente liderazgo.