Cada vez es más extenso el encuentro de los feriantes sobre avenida Lafinur. Venden múltiples artículos.
Los fines de semana, la vereda oeste de avenida Lafinur, desde España hasta Pringles, se tiñe de colores, sabores y olores característicos desde hace más de 20 años en la ciudad. Los feriantes del trueque afirman que este año la necesidad creció mucho más (el encuentro es una salida urgente frente a la crisis). Las ventas no son las mismas que antes, pese a ello no pocos deciden seguir copando el trueque. Los motivos son varios, pero todos coinciden que, tal como está la situación económica en el país —y la provincia—, necesitan esa ayuda que les brinda el espacio para salvar, aunque más no sea, una comida del día.
“Participo desde que se inició el trueque, hace como 24 años. Para nosotros es una salida económica, sobre todo para quienes somos adultos mayores que recibimos una pensión de miseria. Esto es una salida momentánea, porque nos sirve para comprar el pan o la comida o ayudar a pagar los remedios. En estos momentos difíciles que estamos pasando, sobre todo pensando en el calor del verano o el frío del invierno, pero tenemos que estar”, indicó Elvira Seguel, feriante.
“No nos queda otra, necesitamos un lugar para esto, pero no que nos tiren a la orilla del río. Ya no creemos en las promesas. Una vuelta, que nos sacaron de la Estación y nos quisieron cobrar yo les dije: ‘Si no vendo no pago’ y volvimos a la calle. Esto nos ayuda al día, acá nadie es dueño, venimos. El trueque es una ayudita, una muletita”, agregó.
Vender se está tornando algo difícil, pero entre ellos se ayudan. Así lo expresó Verónica Villalobos. “Yo participo hace cinco años. Somos productores de verdura fresca. Vendemos un poco más barato y la gente se acostumbra, y podemos hacerlo. Lo que nosotros producimos se vende, porque el precio es un poco más barato, pero lo que viene de afuera cuesta más. La gente por ahí no compra mucho. Se ve mucha más necesidad, las personas buscan lo que es más barato, si está un poquito más caro no lo llevan”, dijo.
En el trueque se puede comprar lo que se necesite, hay desde puestos que venden herramientas, plantas, ropa (usada y nueva), productos de limpieza, comida, perfumes, y muchas cosas más.
“Yo hace siete años que vengo. En mi casa hago pan casero, tortas fritas, tortas con chicharrón, pastelitos y dulces. Primero empecé con conservas y, después, ingresé vendiendo panificados. Vengo porque me gusta venir todos los fines de semana. Las ventas están bastante flojitas, pero lo que es comida se vende más. Han disminuido mucho las ventas y algunos puestos también, nada que ver con lo que era hace siete años, se vendía mucho más. Ahora debe ser por la falta de dinero que hay, la escasez”, apuntó Alejandra mientras, sentada en su puesto frente a la estación de servicio de la esquina de Bolívar, esperaba que la gente se acerque.
Además, los fines de semana se le suman los artistas callejeros, que cada vez son más en la ciudad de San Luis. Tal es el caso de Brenda y Lore (madre e hija) que salen en busca de una ayuda para el día a día. El año pasado fueron víctimas de siete robos en su domicilio (en uno de ellos destrozaron la guitarra de Lore). Por la situación, decidieron salir a compartir su arte en la calle y es común encontrarla caracterizando a algún personaje de ficción, como Shrek y Fiona.
“Tratamos de hacer música en la calle, en el centro y acá en el trueque. Hacemos algo de cuarteto, cumbia. Empezamos en la casa en pandemia y, más adelante surgió lo de salir. La gente, gracias a Dios, nos ayuda y apoya. Tratamos de venir todos los fines de semana, cuando podemos, porque el boleto está muy caro”, contó Brenda.