Es a lo que se destina la mayor parte del ingreso de los sectores más postergados. El IFE alcanzó para que un adulto no caiga en la indigencia. Se espera un fuerte crecimiento de la pobreza.
Los sectores más postergados destinan casi la totalidad de sus ingresos para atender sus necesidades básicas de alimentación e higiene y son habitualmente los más afectados cuando se dispara la inflación. ¿Por qué? porque dentro del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que mide el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) los costos de los alimentos suben más que el resto de los productos que consumen también los otros sectores sociales.
El dato que se conoció este jueves da cuenta de esta situación. En 2020, los precios de los alimentos subieron 9,4 puntos más que la inflación general, es decir que los sectores que no tienen resto para consumir nada por fuera de los alimentos fueron los más perjudicados. Además, como esto impacta también sobre la capacidad de compra, cada vez son más las familias que caen bajo la línea de la pobreza o de la indigencia, por no poder acceder a comprar los productos mínimos que componen esas canastas.
De acuerdo con lo detallado por el organismo liderado por Marco Lavagna, en el año de pandemia la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que determina la línea de indigencia, trepó hasta los $7340, mostrando un alza del 45,5%, frente a la suba del 36,1% del IPC en el mismo período.
En el caso de la Canasta Básica Total (CBT), que se utiliza para determinar la línea de pobreza, el impacto fue también fuerte, pero con menor intensidad, debido a que cerró el año en $17.543 por persona adulta. Es decir que subió 39,1% frente el 36,1% la inflación.
Si se toma como referencia la variación mensual, es decir el dato de diciembre contra el de noviembre, la canasta básica alimentaria creció 5,1% frente al 4% de la inflación, es decir que se subió 1,1 puntos porcentuales más. En tanto que la brecha con la canasta básica total fue de 0,7 puntos, debido a que se incrementó 4,7%.
El consumo de carne vacuna fue uno de los más afectados. En 2020 se registró la cifra más baja en cien años. En parte, esto lo explicó el alza de precios, que subieron en diciembre hasta 20,5% en algunas regiones del país. El asado, la nalga, la paleta, el cuadril y la carne picada común, entre otros, fueron los que más aumentaron.
Durante los meses más restrictivos del aislamiento social para intentar contener los contagios de coronavirus, el Gobierno creó el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), a través del cual otorgó $10.000 mensuales a más de 9 millones de familias. El primero se pagó en abril y con ese dinero casi se cubría la canasta alimentaria de dos adultos mayores, que en ese momento implicaba $11.583,58. Pero los precios siguieron escalando y si bien ya no está vigente, si hoy se pagara alcanzaría para que un adulto no caiga en la indigencia, debido a que dos adultos necesitarían $14.680,24 para no ser indigentes.
Si se compara con los ingresos familiares, tal como estaba planteado el IFE, en ningún caso alcanzaría para pasar la barrera de la indigencia, debido a que una familia tipo -de dos adultos y dos hijos menores de 8 años- requirió $22.680,97 para no ser considerada indigente y $54.207,53 para no ser pobre; muy lejos de los $10.000 del IFE. Sin embargo, no se debe perder de vista que el programa fue planteado como un paliativo para ayudar a las familiasque trabajan en la informalidad y que por el aislamiento se vieron impedidas de circular y acceder a su ingreso habitual.
Si se toma en cuenta que el Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) es de $20.588, no alcanzó para que una familia tipo no cayera en diciembre en la indigencia, y ni siquiera dos fueron suficientes para que no sea pobre.